AVISO: El siguiente texto contiene dosis desmedidas de auto halagos y párrafos con exceso de autocomplacencia.
Una de las experiencias más gratificantes que nos obsequia de tanto en tanto el trabajo creativo es la elaboración de una obra redonda, contundente, memorable, que hable con lengua propia. Esa cualidad de cosa guapa y bien hecha depende de factores que no están del todo claros y que no aparecen a voluntad. La mayoría de las veces, por mucho esfuerzo que se ponga en ello y en el mejor de los escenarios, un creador no consigue mas que elaborar obras decentes, correctas, bien intencionadas, cumplidoras.
Las obras maestras no se dan en maceta sino en suelo sagrado.
No estoy hablando aquí de grandes obras en relación a su extensión, su relevancia mediática (histórica, si se quiere) o su exuberancia técnica. Lo digo en un sentido laxo pero que no es menos importante. Me refiero a obras modestas pero contundentes: un buen dibujo, una canción inspirada, un verso memorable, un libro bien editado. Me refiero, para decirlo en términos pamboleros, a un gol olímpico anotado en cancha llanera.
Esa agradable sensación, la de estar construyendo una pieza sólida, bien articulada y donde cada elemento ocupa su lugar, es la que acompañó (no sin dudas e incertidumbres) la elaboración de El último canto del Gallo, un volumen retrospectivo que pretende dar cuenta de las luces y las sombras de la revista que en los años noventa fue estandarte de la historieta independiente de autor: Gallito Comic’s.
En alguna de mis reflexiones pedestres he comentado que para ser autor de culto no hace falta mas que tener paciencia, constancia, mala fortuna y un público memorioso. Con sesenta números publicados, casi una década de vida y absoluta pobreza patrimonial, El Gallito califica con creces para ser recordada como una revista legendaria.
Retomo el hilo antes de que se me deshilache. La sensación placentera antes mencionada estuvo presente durante la elaboración del Tomo 1 de El último canto del Gallo y, una vez materializado en papel impreso sigue ahí. Es una emoción que ya había experimentado parcialmente con el Buba Volumen 1, con Flor de Adrenalina e incluso con Planeta Buba (aunque éste último ha sido recibido con cierta indiferencia tanto por pueblo bueno y sabio como por el pueblo snob). En todos los casos anteriores he sido lo mismo el autor que el editor de cada obra editorial, entre otras tantas cosas que también he sido.
Subrayo que la experiencia es relativamente similar porque en el caso de El último canto… mi labor principal ha sido formalmente la de editor. Organizar, coordinar, dirigir, dar sentido al sinsentido y forma al caos editorial es una labor que no había acometido antes o no de manera expresa y es, por tanto, una experiencia doblemente satisfactoria.
Habrá a quien le parezca poca cosa, pero a mí, que inicie mi vida creativa como un simple dibujante (“simple” es un recurso retórico, porque el oficio de dibujante es infinitamente digno y complejo) me resulta gloriosamente gratificante.
Ese es, amigos y amigas, lectores y lectoras, ladys and dobermans, caballeros y damitas, caballos güeros y bolitas, ese es el sentir que me embarga en este momento en que presentamos públicamente el trabajo colectivo y colegiado encarnado en El último canto del Gallo Tomo 1*. Pero quizás me estoy dando cuerda yo solito y la falta de objetividad produce un estado de autocomplacencia que, si bien me complace, no es compartido por al público aplaudidor.
Como siempre, el público lector, el tiempo y la historia nos juzgarán de mejor manera.
JQ
Puebla, marzo 2024
*El proyecto original era relativamente ambicioso. En su interés por abarcar el ciclo de vida de la plumífera revista ya estaba rondando ya las 400 páginas, por lo que decidí desmembrar ese mamotreto para presentarlo en 5 tomos de menor extensión pero mucho más manejables y vistosos.
El último canto del Gallo Tomo 1
Se presenta el sábado 30 de marzo de 2024 a las 18:00 o a las 6 PM (lo que ocurra primero)
en MUSA, 2 oriente 809, Centro Histórico de Puebla, CP 72000, México.